La mejor invitación

A todos los seres humanos nos encantan que nos inviten a una fiesta o celebración (menos cuando recibes dos o tres invitaciones a una boda en un mismo mes que te destrozan completamente el presupuesto familiar), porque eso indica que alguien ha estado pensando en ti y quiere compartir contigo su tiempo, ya sea tomando un refresco, comiendo juntos o yendo de viaje con la persona que te invita, lo que sin duda te hace sentirte bien porque sabes que para alguien eres importante, valioso y quiere tenerte a su lado.

Pues bien, Jesús no solamente compartió su tiempo con los más necesitados de la sociedad de su época, sino que hizo a toda la Humanidad una hermosa invitación para todo aquel que por circunstancias de la vida, por su propio pecado o por su incapacidad para solucionar sus problemas, lleva sobre sus hombros una carga pesada. He aquí sus palabras:

“Venid a mí todos los que estáis cansados y cargados y yo os haré descansar”

Mateo 11:28

A veces somos invitados a una fiesta pero los anfitriones nos ponen condiciones. Podemos leer en la tarjeta “Se pide etiqueta” (traje largo para las mujeres y al menos chaqueta y corbata para los varones), o que todos vayan vestidos de un determinado estilo: atuendo hippie años 60; blanco ibicenco, etc.; pero Jesús no nos impone ninguna exigencia. Su invitación es totalmente abierta: “Todos” estamos invitados sin excepción. Su invitación es tan amplia que te dice:

“Ven tal como estás, ven tal como eres, ven con todas tus cargas y déjamelas a mí, yo me ocuparé de ellas y tú podrás descansar”.

Probablemente, tú has vivido toda tu vida sin pensar en Dios, haciendo sencillamente lo que te venía en gana hasta hoy, pero ahora te das cuenta que sientes sobre ti todo el peso que el tipo de vida que has estado viviendo, ha ido poniendo sobre tus espaldas.

A lo peor, por tus malas decisiones has vivido pecando reiteradamente y hoy te cuesta cambiar de vida, no sabes salir de ese torbellino de maldad en el que te has metido. Llevas sobre ti una pesada mochila cargada de odios, resentimientos, indiferencia hacia Dios y hacia los demás, que al final te van quitando la alegría y te han convertido en una persona cansada y cargada, pero Jesús te trae las buenas nuevas (eso es lo que significa “el evangelio”).

No tienes que continuar así. Ven a Él, y puedes hacerlo ahora mismo, porque Jesús no es un Cristo muerto clavado sobre una cruz de madera, es un ser vivo y poderoso que puede ayudarte hoy mismo si le dejas tu carga en sus manos y, cuando hayas hecho eso, empieza a descansar de tus obras, porque Él toma tu carga sobre sí mismo, perdona tus pecados pasados (si te arrepientes y se lo pides) y te da descanso interior y exterior, junto con un nuevo corazón para amarle y caminar cerca de Dios.

Jesús declaró:

“Todo poder me es dado en el cielo y en la tierra”(Mateo 28:18),luego no hay carga tan pesada que Él no pueda llevar; no hay pecado tan grande que Él no pueda perdonar y no hay problema tan difícil que Él no pueda resolver si le entregas tu vida y le dices: “Gracias Señor por haberme invitado a venir a Ti. Aquí vengo con todas las cargas que he ido acumulando a lo largo de mi vida y que solo no puedo llevar y las pongo a tus pies. Necesito que me libres de esta abultada carga y me des descanso.

Gracias por pagar por mis muchos pecados en la cruz. Te reconozco como mi Salvador y el Señor de mi vida y desde hoy quiero caminar libre, descansando en Ti y sabiendo que Tú tienes cuidado de mi vida” Ir a Jesús no es hacerse un “religioso” en el sentido más peyorativo

del término, alguien que se conforma con ir a una iglesia una vez por semana y piensa que ya está cumplido con Dios. No, ir a Jesús es entregarle toda la vida, ponerte a su disposición para lo que Él te pida hacer. Es vivir cerca de Él todos los días, hablar con Él a diario y sentir que Él también te habla a tu corazón y cambiar tu mente, buscando seguir las enseñanzas que Cristo nos dejó en Su Palabra para que vivamos como a Dios le agrada que vivamos.

Fuente: Revista «Mientras esperas» nº 13